¡LEVANTA LA CABECITA CARIÑO! QUÉ FLOJO ES MI HIJO DOCTOR...

Comprender por qué un niño no puede mantenerse sentado de forma erguida, o mantener la cabeza derecha, es importante para no exigirle más allá de lo que puede dar

Que una mamá o un papá requiera de forma reiterada a su hijo con dificultades para mantener su cabecita erguida que la levante o que se ponga derecho cuando está sentado, es de una lógica aplastante. Que esta idea o esta forma de actuar la refuercen determinadas prescripciones profesionales para la sedestación ya no lo es tanto, y en el fondo parece mostrar cierto desconocimiento de las posibilidades y capacidades de determinados niños a quienes se les recomienda.

De los primeros, de los padres, se espera esto, que intenten fomentar al máximo las posibilidades de sus hijos para acercarse a la norma, a lo esperado, a hacer realidad aquello que desean. De los segundos, de los profesionales, es de esperar otra cosa: una orientación adecuada acerca de cuánto y cómo puede hacer cada niño, de cómo podemos ayudarle para que sus esfuerzos sean productivos, y una forma de ver a través del presente aquello que está por venir.



La motricidad en los niños se manifiesta sin esfuerzo. Sólo con aquel que, en el disfrute de un juego que es primordialmente motor en los primeros años, el niño desarrolla con placer. Cuando nuestros hijos comienzan a reconocer y descubrir sus posibilidades motrices juegan a moverse, a gatear, a caminar, a correr, a saltar en los mejores casos. Luego, con el tiempo, integran estas capacidades en actividades más complejas y entonces juegan corriendo, gateando, saltando o haciendo la croqueta. Este esfuerzo viene recompensado además no sólo por el goce personal e individual del propio niño, sino también por el disfrute colectivo de las familias, orgullosas de los logros de sus enanos. A la inmensa mayoría de los niños les gusta el movimiento: no hay niños vagos, o no al menos en edades tempranas. ¿Por qué iba a ser distinto en los niños con dificultades motrices?

Sin embargo, cuanto mayores son éstas, mayor puede ser también su necesidad de esforzarse para conseguir este disfrute. Y a ese esfuerzo titánico que a veces supone un simple control de cabeza, le puede seguir la desilusión individual y colectiva que proporciona lo breve de la experiencia.

Por eso, no es infrecuente encontrar madres o padres que nos dicen que sus hijos son flojos, y nos refieren que determinado facultativo les ha insistido en la necesidad de que sus hijos hagan esfuerzos para ponerse derechos en sus sillas “adaptadas”, dicen.

Pero comprender por qué un niño no puede mantenerse sentado de forma erguida, o mantener la cabeza derecha es importante para no pedirle demasiado.

El mantenimiento del cuerpo o de la cabeza se realiza gracias a músculos profundos de nuestra columna vertebral que se contraen de forma lenta, automática (no necesitamos dar ninguna orden voluntaria para que se contraigan, lo hacen por sí mismos) y que se fatigan poco, de ahí que podamos estar horas y horas con el cuerpo o la cabeza respondiendo al esfuerzo que nos requiere luchar contra la atracción de la fuerza de la gravedad. Sin embargo, cuando queremos mover una parte de nuestro cuerpo, estos movimientos los realizamos básicamente gracias a una musculatura más superficial, que puede contraerse más rápidamente, que podemos controlar voluntariamente, pero que se cansa pronto.


Cuando lo necesitamos podemos estar horas y horas manteniendo una misma postura
gracias a nuestros músculos profundos

Muchos de nuestros niños con dificultades de mantenimiento del eje del cuerpo o de la cabeza presentan una afectación importante de su capacidad automática para la contracción de esos músculos profundos, y cuando quieren mantener la cabeza o el cuerpo erguidos deben recurrir a la musculatura más superficial, que pueden controlar en mayor o menor medida según cada niño, pero que como hemos comentado se fatiga pronto, dando lugar al cabo de un tiempo variable según los casos a la caída de la cabeza o a la vuelta a una postura torcida del cuerpo.

Para entender el esfuerzo que supone para los chicos con dificultades el mantenimiento antigravitatorio  de su cuerpo o cabeza, basta con que realicemos nosotros un ejercicio muy simple y muy breve: podemos ponernos de pie o permanecer sentados, como queramos, y en esta posición realizar una extensión máxima del cuerpo y la cabeza hacia atrás, e intentar mantener esta postura durante todo el tiempo que podamos… Cansa ¿verdad?, y ¿cuánto tiempo hemos podido mantener la postura? Y… ¿cuánta atención hemos podido prestar a otra cosa? ¿hubiéramos podido prestar atención a una clase, una película, cualquier cosa que ocurriera a nuestro alrededor de forma continuada? ¿y nuestros brazos,…? ¿Hubiéramos podido manejarlos con soltura o estarían tan implicados en intentar ayudar a mantener esta postura de esfuerzo máximo que no podríamos usarlos para nada “útil” o preciso?...

Lo cierto es que sin el trabajo adecuado de la musculatura automática, podemos mantener este esfuerzo y por tanto estas posturas un tiempo demasiado breve como para que sea funcional, y esto es lo que básicamente les ocurre a muchos de nuestros chicos con parálisis cerebral u otras patologías a la hora de mantener su cabeza elevada o su cuerpo derecho.

De estas dificultades debería inferirse que la sedestación de estos chicos debería priorizar, en función de las posibilidades motrices de cada uno, una postura cómoda que permita realizar movimientos cuando el niño pueda, quiera o lo necesite, pero no que le obligue a ello para simplemente tener un contacto visual adecuado con el entorno. Además, contrariamente a lo que pudiera pensarse, ese trabajo repetido no va a dar lugar a una mejora de sus capacidades. Al contrario, ¿podemos pensar qué grado de tensión y contractura puede alcanzar nuestro cuerpo si le pedimos estos esfuerzos de manera continuada? ¿Nos provocaría en algún momento alguna sensación dolorosa?

Aún nos llegan papás y mamás con prescripciones médicas en las que el facultativo les insiste en un tipo de silla o asiento determinado con la premisa de que el niño debe trabajar en ella. Creo que quien decide recomendar este tipo de asientos no ha hecho la prueba de extensión mantenida de la espalda…




Esto no significa que no puedan confeccionarse asientos y adaptaciones posturales que estimulen o permitan una actividad postural adecuada y necesaria en muchos casos. Sobre los diferentes tipos de asientos hablaremos en una futura publicación, pero de entrada y en nuestra opinión debe quedar claro que estos chicos lejos de ser flojos o vagos son al contrario unos continuos luchadores a los que habría que ayudar a que estos esfuerzos provoquen, a un coste mínimo, resultados satisfactorios para ellos, chicos que son casi atletas de élite en cuanto que exprimen al máximo sus posibilidades motrices, algo que no podríamos asegurar acerca de cualquiera de nosotros.


A fin de cuentas el mando a distancia para no levantarnos del sillón no lo inventaron ellos.



Daniel A. Ortega Asencio
Fisioterapeuta
CIVET

2 comentarios :

  1. Totalmente de acuerdo,no son flojos y le pedimos mas de lo que su cuerpo puede realizar y entonces llega el agotamiento fisico tanto de ellos como nuestro y las sonrisas desaparecen

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  2. Totalmente de acuerdo,no son flojos,les pedimos mas de lo que su cuerpo puede realizar,entonces llega el agotamiento fisico de ellos y nuestro y las sonrisas drsaparecen

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