CONOCIENDO EL ALZHEIMER

Recientemente ha sido el día mundial del Alzheimer (21 de septiembre), un intento por concienciar y, en cierto modo, recordar al mundo en general la existencia de esta enfermedad que provoca importantes alteraciones en la esfera cognitiva de la persona, reduciendo su capacidad funcional y su autonomía. Este es nuestro pequeño granito de arena a esa concienciación: Comenzar por recordar que esta enfermedad existe todos los días del año, más allá de los días conmemorativos y, de camino, tratar de responder a algunas preguntas que pueden ser de vuestro interés:

¿Por qué es tan difícil de detectar el Alzheimer?

Cuando oímos hablar de los retos que presenta esta enfermedad, uno de ellos es la detección temprana de la misma. ¿Cuál es el problema? Que en sus inicios muchos signos que son de alarma pueden solaparse con los cambios que normalmente se esperan ocurran por un envejecimiento normal.


Nuestro cerebro está en constante evolución desde que nacemos, y la etapa adulta también tiene esos cambios. En muchos casos resulta normal que se reduzca la velocidad para procesar información, cueste más evocar palabras o recuerdos y realizar tareas que tenga mucha carga cognitiva. Conforme más avanza la enfermedad emergen signos mucho más específicos que no entran tanto en lo esperable por la edad, como la dificultad para crear nuevos recuerdos, pérdidas de memoria autobiográfica, desorientación espacial y temporal e incluso problemas para reconocer el significado de las palabras. 

Otro gran problema lo suponen otro tipo de enfermedades que pueden ser similares al Alzheimer en cuanto a sus inicios pero que tienen un curso diferente, por lo que es necesaria una adecuada valoración neuropsicológica para determinar si el cuadro ante el que nos encontramos corresponde o no con ese tipo de enfermedad. 

¿Por qué resulta importante esa detección temprana?

La clave la encontramos en el tratamiento que se puede emplear para tratar de reducir la velocidad de avance de la enfermedad. Como se sabe, está evoluciona afectando de manera gradual a muchos dominios cognitivos diferentes, y una estimulación cognitiva puede ayudar a reducir su velocidad de avance y mantener el mayor tiempo posible de autonomía y, por extensión, de calidad de vida. De igual manera, existen fármacos que pueden ayudar a retrasar este avance.

La estimulación cognitiva viene a ser realizada por un neuropsicólogo que a través de una valoración neuropsicológica puede determinar que alteraciones están presentes y en qué grado, para así ajustar el tratamiento a esa persona, sus problemas y su situación, forma de maximizar el efecto del mismo. 

¿Podemos hacer algo por evitarlo?

Otra de las grandes incógnitas que se sigue tratando de responder es si se puede evitar el padecer esa enfermedad. Si bien hay un claro componente genético, el estilo de vida puede ser clave para retrasar cualquier manifestación de la misma.

Existen muchos estudios que relacionan un estilo de vida activo y una alimentación saludable con el retraso en la aparición de la enfermedad, lo que nos permite disfrutar de más años de calidad de vida y de autonomía. La idea es que ese estilo de vida y esa alimentación nos permiten generar una reserva cognitiva que va a provocar que nuestro cerebro se vuelva más eficiente y compense mejor los cambios negativos que provoca la edad en general, y esta enfermedad en particular.




La realización de actividades que son estimulantes a nivel cognitivo puede ayudar a que nos mantengamos cerebralmente sanos más tiempo 

Por tanto, el objetivo está en desarrollar esta reserva cognitiva. Por lo que se sabe hasta el momento, realizar actividades que suponga un esfuerzo cognitivo y resulten novedosas para nosotros, pueden fomentar el desarrollo de esta reserva, y ayudarnos a reducir estos cambios cognitivos y sus repercusiones.

¿Qué hacer si tengo dudas de su existencia?

En caso de tener dudas sobre la posible existencia de la enfermedad, es importante ponerse en contacto con un servicio de neurología (sea público o privado) y solicitar las pruebas que se emplean de manera habitual para su diagnóstico, así como contactar con un neuropsicólogo para que haga un estudio sobre el caso, posibles causas de las signos observados y definir correctamente las alteraciones que se presentan, lo cual permitirá encontrar el tratamiento adecuado si este se precisa.





Aarón Fernández Del Olmo
Neuropsicólogo Clínico
CIVET

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