Muchas veces, por como somos los seres humanos, solo nos fijamos en las cosas cuando notamos que algo ha cambiado o no es como debería de ser. Por como funciona nuestro cerebro, es un esfuerzo pararse a mirar las cosas que damos por sentadas, en especial si nos llevan acompañando toda la vida. Y la música, desde el mismo momento en que nacemos, está presente en nuestra vida. ¿Cómo hace nuestro cerebro para procesar esa música? ¿se puede dejar de “entender” la música por un daño cerebral? ¿Por qué hay gente con tan buena aptitud musical y otra gente que no? ¿Puede ayudarme el escuchar música a envejecer mejor? ¿y al desarrollo de un niño/a? Vamos a hablar un poco de ello.
Entendiendo la música
Como especie, y culturalmente, la música siempre ha estado presente a nuestro
alrededor. Y, como pasa con la adquisición del lenguaje, o el desarrollo de la
percepción visual, se “aprende” por mera exposición. Al parecer, nuestro
hemisferio derecho tiene una gran importancia en como procesamos ese conjunto
de cualidades que llamamos música, desde la melodía, los tonos, el ritmo de la
misma, y no todos tenemos la misma habilidad para hacerlo, claro está. Existen alteraciones
conocidas como amusias, en las que la persona tras un daño cerebral o en
un proceso neurodegenerativo, deja de percibir de forma correcta algunas de las
dimensiones de la música. Sería un poco como si, de repente la música nos sonara
como algo desestructurado, ruidos sin sentido. Alguien que la sufrió de forma
montanea decía que era “como escuchar un chirrido del motor de un coche”
El cerebro procesa
música desde el mismo momento en que es cerebro.
En el otro lado, tenemos a
personas que tienen unas grandes capacidades musicales, algunas veces innatas
como pasa con el oído absoluto. Personas que saben qué nota es la que
están oyendo sin tener referencia alguna, o personas que tocan melodías de
oído. Y entre ese espectro de personas que no la entienden bien y de “genios”
musicales, estamos la mayoría de nosotros. Que la podemos percibir de una
manera básica y, si nos apetece, instruirnos en ella. Esa instrucción, como
todo aprendizaje, cambia nuestro cerebro.
Aprendiendo la música
Y es que, como pasa con el
lenguaje y la lectura y la escritura, una persona puede saber hablar y no necesariamente
escribir o leer. Es decir, uno aprende a hablar cuando cae en el mundo casi sin
querer, pero para escribir y leer necesita enseñanza y práctica. Mucha
práctica. Algo similar ocurre con la música. No necesitamos hacer un esfuerzo
para aprender a escuchar música, pero si para poder leerla y escribirla
(partituras) y para producirla (aprender a manejar un instrumento). ¿Hace eso
diferente el cerebro de un músico?
En realidad, si el hemisferio
derecho procesa la música en todos nosotros, es el izquierdo el que tiene un
papel importante en esos aprendizajes lectores y escritores de la música, tal y
como pasa en la lectura y escritura del lenguaje. Lo que ocurre es que el cerebro
de los músicos expertos es algo más “simétrico” en ese sentido. Igual que el
cerebro de un taxista tendrá una configuración diferente (a nivel de memoria
espacial, por ejemplo), el cerebro de un músico lo tendrá en otros aspectos.
Otra cosa diferente es, como se
decía al principio, es grupo de genios que tienen unas dotes para la música excelentes.
Hay muchos ejemplos no tan conocidos como Mozart. Por ejemplo, Frank Liszt,
un compositor Austriaco que era sinestésico y la música le producía una
sensación de ver colores (dicen que a veces se dirigía a su orquesta con frases
como “los violines, un poco menos de púrpura, por favor”), o un compositor
japones Hikari Oe, que teniendo autismo y no habiendo podido desarrollar
el lenguaje, tiene una capacidad increíble para componer y tocar el piano, lo
que lo convierte en Savant (termino referido habitualmente usado para describir
a los genios). Esto podríamos llevarnos a otra pregunta: ¿Puede la música,
convertirnos en genios si la escuchamos de forma temprana?
La música como forma de estimularse
Es conocido el llamado “efecto
Mozart”, según el cual, si se estimula a un niño desde pequeño escuchando
música de Mozart, su nivel cognitivo puede aumentar. Esto es, evidentemente
falso. No hay una canción de Mozart (por muy buenas que sean) que genere ese
efecto. Pero si podemos pensar que el hecho de exponer a música a un bebe puede
ser procedente, en tanto en cuanto cualquier estimulación extra siempre va a
venir bien para el neurodesarrollo. Pero no exponer esa relación tan casual que
puede llevar a ideas erróneas. Y eso
paso igual también cuando hablamos de las personas mayores.
Porque se dice que la música, sea
escucharla o tocar un instrumento, puede prevenir enfermedades
neurodegenerativas. Sin embargo, esta afirmación también es incorrecta.
Realmente, la idea es que hacer actividades que nos suponen un esfuerzo o son
novedosas, si podría ser útil para retrasar desde el envejecimiento cognitivo
hasta el avance de una enfermedad de ese tipo, pero nunca una forma de prevenir
o frenar. En este caso, aprender a tocar un instrumento musical cuando se es
mayor por primera vez y practicarlo, si puede sernos útil para estimular nuestro
cerebro. Sin embargo, hay que añadir que la música no siempre ayuda.
Cuando la música no es buena
Hay varias situaciones en las que
la música puede ser un problema. A todos nos ha pasado alguna vez que se nos ha
“pegado” una canción y no hemos sido capaces de “quitárnosla” en un tiempo de
la cabeza, lo que se conoce como un “gusano musical”. Este fenómeno nos
ocurre a todos, pero hay casos en los que se vuelve patológico. Muchas
personas, en especial cuando empiezan a mostrar una sordera por el envejecimiento,
comienzan a oír música de manera continuada, aun cuando no hay música sonando. Y
esto también aparece en ocasiones cuando hay un daño cerebral.
En otros casos, escuchar música
también podría ser un detonante de crisis epilépticas, reactivas al sonido música,
en lo que algunos autores han querido llamar “musicolepsia”. No en vano,
muchos estímulos pueden producir epilepsia, y la música al final es un estímulo
con sus características propias.
Sea como sea, la música y el cerebro
tienen una intima relación, como la tienen el lenguaje y el cerebro, y de su
relación podemos aprender mucho de como somos y como funcionamos. Es raro encontrar
a gente que no le guste algún tipo de música (aunque a nosotros no nos parezca “música
como tal”). Más raro aún es pasar un día sin escuchar música, en algún sitio, casi
sin buscarla, a veces dentro de nuestra cabeza. Si, tu cerebro oye música
constantemente. Esperamos que este post os ayude a entender un poco este
fenómeno sobre el que rara vez nos sentamos a pensar.
Aarón Fernández del Olmo
Neuropsicólogo Clínico
Buenas
ResponderEliminarAcabo de hallar la blog y me resultó muy atrayente puesto que nosotros hablamos sobre temas relacionados y resulta complicado hallar contenido de calidad y más que nada profesional
Muchas gracias y saludos