El consumo de alcohol durante el
embarazo puede alterar o interrumpir el desarrollo del feto en cualquiera de
las etapas de gestación; el alcohol atraviesa las barreras hematoencefálica y
placentaria aumentando el riesgo de aborto, de retraso en el crecimiento
intrauterino y de malformaciones congénitas. No existe ningún periodo del embarazo en el que se pueda ingerir
alcohol sin que exista riesgo alguno para el feto. Aunque la magnitud de
los efectos adversos depende de la cantidad de alcohol ingerida por la madre y
de la fase de la gestación en la que se encuentre.
Los efectos directos producidos sobre
el embrión y/o el feto en desarrollo, por el consumo materno de alcohol durante
la gestación y posterior lactancia, se conocen bajo la denominación genérica de Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal
(TEAF).
Los TEAF agrupa diversas formas clínicas:
Los TEAF agrupa diversas formas clínicas:
- Síndrome alcohólico fetal (SAF): es la forma clínica más completa de los TEAF y mejor descrita. Los síntomas nucleares son:
Retraso en
el crecimiento intrauterino y extrauterino.
Dismorfismo
facial característico: surco nasolabial liso (el área entre la nariz y el labio
superior), un labio superior delgado, fisuras palpebrales pequeñas (la apertura
horizontal del ojo).
Anormalidades
del sistema nervioso central (estructural, neurológico, funcional, o una
combinación de estos).
- Síndrome alcohólico fetal parcial (SAFP): no se manifiestan todos los síntomas del SAF.
- Trastornos del nacimiento relacionados con el alcohol: en esta categoría se agrupan los efectos físicos relacionados con el consumo de alcohol, las malformaciones congénitas.
- Trastornos del neurodesarrollo relacionados con el alcohol: se incluyen todos aquellos signos y síntomas provocados por un daño morfológico o funcional del SNC afectando al desarrollo neurocognitivo, el funcionamiento adaptativo, y la regulación de la conducta. No suelen presentar dimorfismo facial ni malformaciones congénitas.
Normalmente el alcohol no es el único
responsable de los síntomas, existen otros factores de riesgo que inciden en la
manifestación final de las alteraciones como pueden ser: consumo de otras
drogas (tabaco, cocaína, marihuana…), el estado metabólico y nutricional de la
madre antes y durante la gestación y presencia en la madre de enfermedades
psiquiátricas comórbida, entre los más destacados.
Las principales manifestaciones clínicas
son las siguientes:
Anomalías
craneofaciales: durante la primera infancia los niños suelen presentar
frente pequeña debido a la microcefalia, la raíz nasal es aplanada, las alas de
la nariz son pequeñas los ojos suelen ser muy pequeños y están muy próximos
entre sí. La región media de la cara es
pequeña, el labio superior es fino, delgado y recto (a veces puede haber labio
leporino con paladar hendido o sin él), el surco nasolabial está notablemente aplanado
o, incluso, es inexistente. Los dientes pueden ser pequeños, hipoplásicos y con
esmalte defectuoso. Las orejas pueden tener implantación baja y los pabellones
estar mal formados.
Todas estas características faciales, suelen
suavizarse con el crecimiento y pueden desaparecer en la edad adulta.
Retraso
en el crecimiento: en algunos casos el retraso del crecimiento
se puede constatar intrauterinamente. Presenta bajo peso los nacidos a término,
o bajo peso para la edad gestacional si son prematuros (circunstancia muy
frecuente). La talla también suele ser en la mayoría de los casos bajas. Con el
paso del tiempo no suelen alcanzar los percentiles esperados para su edad en
talla y peso, menudo el retraso del crecimiento va atenuándose a medida que
transcurre la infancia y especialmente en la adolescencia.
Anomalías
en el sistema nervioso central:
Estructurales: defectos del cierre del tubo neural, alteraciones del desarrollo del cuerpo calloso (desde las hipoplasias localizadas hasta la agenesia total), hipoplasias del vermis y alteraciones en la foliación del cerebelo, distintos tipos de displasias corticales, entre otras.
Neurológicas: convulsiones, afectación del desarrollo de las habilidades motoras, problemas de equilibrio, pérdida de audición, pérdida de visión…
Neuropsicológicos: velocidad de procesamiento enlentecida, trastorno atencional, déficits en sistema inhibitorio que ocasiona problemas para controlar el impulso, trastorno del lenguaje, déficits espaciales y perceptivos, déficits en funciones ejecutivas, problemas de memoria y déficits en cognición social. Suelen observase estereotipias motoras y conductas autoagresivas. Dificultades en la adquisición de aprendizajes, así como alteración en la conducta y en ocasiones presentan trastornos psiquiátricos comórbidos. Es habitual que estos niños sean diagnosticados de trastorno del desarrollo de la inteligencia.
Todas las manifestaciones clínicas descritas
no siempre se presentan de la misma forma y con el mismo grado de gravedad,
dando lugar a un amplio espectro fenotípico; no obstante, dificultades cognitivas
sen encuentra en todos los cuadros clínicos.
A pesar de
que los TEAF son prevenibles y se conocen muy bien los efectos prenatales del consumo
de alcohol siguen naciendo niños con este trastorno.
Es crucial
un diagnóstico temprano y prevenir el consumo de alcohol en embarazos
posteriores, para ello es preciso concienciar a los profesionales sanitarios
para que aumenten sus conocimientos, desarrollen y difundan tratamientos
eficaces y estrategias de prevención en los diferentes niveles.
El tratamiento
dependerá las características del cuadro clínico, habitualmente es necesario
una intervención multidisciplinar (neurología, logopedia, neuropsicología…) basada
en la evidencia. Algunos pacientes con TEAF reciben tratamiento farmacológico que
se dirige principalmente a tratar los síntomas como hiperactividad, irritabilidad,
agresión y autolesiones.
María Ortiz Rodríguez
Neuropsicóloga Pediátrica.
CIVET
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