Si hay una denominador común en
todas las personas que sufren de cerca el daño cerebral adquirido (DCA), ya
sean familias de personas afectadas, o ellos mismo, ese es la desorientación.
De manera habitual, la aparición del DCA supone un antes y un después, traumático (a veces literal), para el que no se está preparado y sobre el que
existe más bien poca información.
Es habitual, cuando a algún
familiar nuestro le ocurre, que se agolpen preguntas, en especial relacionadas
con la evolución y con el tiempo que va a tener que centrarse la persona en
recuperarse, o al menos, recuperar lo máximo posible de su estado previo. Sin
duda, estamos ante una de las situaciones que exige más capacidad de
adaptación, puesto que la persona afectada muchas veces pierde su capacidad
para desempeñar su rol, lo que obliga al resto de su entorno a asumir esas
tareas y competencias.
En este post queremos tratar de
arrojar algo de luz sobre el proceso de recuperación que se sigue tras estos
daños, hablar un poco de las fases y dar una información que permita reducir la
incertidumbre, de lo que para nosotros es una carrera de fondo.
La fase aguda
Cuando ocurre el daño cerebral, el
periodo comprendido entre dos semanas y un mes es conocido como fase aguda. En
este periodo nos encontramos con una serie de déficit que suelen evolucionar
de forma positiva en las primeras semanas. Sin embargo, esto va a depender de
la causa de la lesión, la extensión de la misma, la gravedad y además, otros
factores que nos pueden ser de interés como el tiempo de estancia en coma.
Esta presumible evolución es
debido a cómo el cerebro afronta un daño. Cuando tenemos una lesión, hay parte
del tejido cerebral que queda necrosado pero además, zonas adyacentes al mismo
quedan hipo-activadas, formando una “zona de penumbra” alrededor del tejido
lesionado, y que conforme van pasando los días y semanas pueden ir recuperando
su activación, y por tanto, generar cambios positivos en el estado cognitivo
del paciente.
En muchos casos, durante esta
fase aguda se van definiendo los déficit más claramente. Siempre surge la duda
en este aspecto de en que momento se debe comenzar el proceso de
rehabilitación. En realidad, es algo que no está sujeto a tiempos absolutos y
que realmente debe de valorar el profesional de referencia (fisioterapeuta,
logopeda, neuropsicólogo o el médico rehabilitador asignado) en función de
factores como el estado cognitivo, el grado de fatiga que le puede ocasionar la
terapia y la propia motivación de la persona con respecto a esta.
La fase sub-aguda
Conforme se va superando esa
primera fase (que como ya indicábamos, suele llevar pareja una buena evolución
de las alteraciones iniciales, salvo complicaciones que puedan ir ocurriendo a
nivel médico) se comienza a entrar en fase sub-aguda. La evolución en este caso
comienza siendo a hacerse más lenta, y los cambios que anteriormente se suceden
casi en cuestión de días, comienza a dilatarse.
En este punto, juega un papel
importante la plasticidad cerebral. De nuevo, siendo algo variable de unas
personas a otras, y de sus condiciones médicas, el cerebro tiene una importante
capacidad para moldearse y está se ve
acentuada tras un daño cerebral, de forma que el cerebro trata de reorganizarse
lo más posible para seguir siendo funcional en el día a día.
Mucho se desconoce realmente
sobre el proceso en si de recuperación a nivel cerebral. Muchos estudios señalan
que el lado contralateral del cerebro asume parte de las funciones ( ) y otros
estudios señalan precisamente que la excesiva activación de zonas opuestas
resulta un factor pronóstico negativo para esta recuperación. Sin duda, el
conocimiento de esos mecanismos puede ser la forma de lograr una acción más
directa sobre el cerebro durante este proceso en fase sub-aguda
Lo que si es bastante conocido es
que el proceso durante esta fase resulta, si no hay incidencias, positivo con
una mejora progresiva y recuperación paulatina, que va haciéndose más lenta
conforme se va llegando a ese primer año. En esta fase juega un papel más importante
aún si cabe la terapia de rehabilitación, ya que puede permitir que esa recuperación
vaya por el camino adecuado evitando compensaciones disfuncionales, y logrando
una mejora más orientada a la funcionalidad. Lo que si parece claro es que
durante este periodo se van a experimentar mejoras, no tan rápidas como en fase
aguda, pero si hacia una mayor estabilidad.
Fase crónica
Erróneamente se tiende a
considerar que pasado este periodo de tiempo no hay ya opciones de mejora. La
fase entrada en fase crónica, que de nuevo, va a tener diferente fecha según la
persona que tengamos delante y su nivel de reserva cognitiva, va a suponer una reducción
del proceso de reorganización, pero no necesariamente una eliminación del
mismo. En muchos casos, y depende de la función afectada, podemos decir que el
cerebro siempre aprende si se le sabe enseñar. De hecho, muchos estudios
señalan que según que funciones, la ventana terapéutica puede ser más grande.
No en vano, si bien la fase
crónica es una fase en la que resulta difícil obtener unas mejoras tan
patentes, es justo que la decisión sobre si continuar o no con un tratamiento
quede en manos de la familia y personas afectadas, siempre con toda la
información disponible que nosotros los profesionales les podemos dar. Sabemos
lo difícil que resulta ponerse en el lugar de una persona con daño cerebral, y
seguramente, lo que para nosotros puede ser una mejora irrisoria, para esa
persona puede ser algo por lo que luchar y que cambie su vida de forma
significativa. De ahí que, sabedor de toda la información que tenemos (repito
que a veces escasa por lo poco que sabemos del cerebro) deben de ser participes
de su decisión de continuar en esta fase. Y nosotros los que hagamos todo lo
posible para que este camino tenga el mayor sentido posible para ellos.
Hola
ResponderEliminarMe encantó la temática del artículo y su contenido.
Muchas gracias y felicidades