Comprender por qué un niño no puede mantenerse sentado de forma erguida, o mantener la cabeza derecha, es importante para no exigirle más allá de lo que puede dar
Que una mamá o un papá requiera
de forma reiterada a su hijo con dificultades para mantener su cabecita erguida
que la levante o que se ponga derecho cuando está sentado, es de una lógica aplastante.
Que esta idea o esta forma de actuar la refuercen determinadas prescripciones profesionales
para la sedestación ya no lo es tanto, y en el fondo parece mostrar cierto
desconocimiento de las posibilidades y capacidades de determinados niños a quienes
se les recomienda.
De los primeros, de los padres,
se espera esto, que intenten fomentar al máximo las posibilidades de sus hijos
para acercarse a la norma, a lo esperado, a hacer realidad aquello que desean.
De los segundos, de los profesionales, es de esperar otra cosa: una orientación
adecuada acerca de cuánto y cómo puede hacer cada niño, de cómo podemos
ayudarle para que sus esfuerzos sean productivos, y una forma de ver a través del
presente aquello que está por venir.
La motricidad en los niños se
manifiesta sin esfuerzo. Sólo con aquel que, en el disfrute de un juego que es primordialmente
motor en los primeros años, el niño desarrolla con placer. Cuando nuestros
hijos comienzan a reconocer y descubrir sus posibilidades motrices juegan a moverse,
a gatear, a caminar, a correr, a saltar en los mejores casos. Luego, con el tiempo,
integran estas capacidades en actividades más complejas y entonces juegan
corriendo, gateando, saltando o haciendo la croqueta. Este esfuerzo viene
recompensado además no sólo por el goce personal e individual del propio niño,
sino también por el disfrute colectivo de las familias, orgullosas de los
logros de sus enanos. A la inmensa mayoría de los niños les gusta el
movimiento: no hay niños vagos, o no al menos en edades tempranas. ¿Por qué iba
a ser distinto en los niños con dificultades motrices?
Sin embargo, cuanto mayores son éstas,
mayor puede ser también su necesidad de esforzarse para conseguir este
disfrute. Y a ese esfuerzo titánico que a veces supone un simple control de
cabeza, le puede seguir la desilusión individual y colectiva que proporciona lo
breve de la experiencia.
Por eso, no es infrecuente
encontrar madres o padres que nos dicen que sus hijos son flojos, y nos
refieren que determinado facultativo les ha insistido en la necesidad de que
sus hijos hagan esfuerzos para ponerse derechos en sus sillas “adaptadas”,
dicen.
Pero comprender por qué un niño
no puede mantenerse sentado de forma erguida, o mantener la cabeza derecha es
importante para no pedirle demasiado.
El mantenimiento del cuerpo o de
la cabeza se realiza gracias a músculos profundos de nuestra columna vertebral
que se contraen de forma lenta, automática (no necesitamos dar ninguna orden
voluntaria para que se contraigan, lo hacen por sí mismos) y que se fatigan
poco, de ahí que podamos estar horas y horas con el cuerpo o la cabeza
respondiendo al esfuerzo que nos requiere luchar contra la atracción de la
fuerza de la gravedad. Sin embargo, cuando queremos mover una parte de nuestro
cuerpo, estos movimientos los realizamos básicamente gracias a una musculatura
más superficial, que puede contraerse más rápidamente, que podemos controlar
voluntariamente, pero que se cansa pronto.
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Cuando lo necesitamos podemos estar horas y horas manteniendo una misma postura gracias a nuestros músculos profundos |
Muchos de nuestros niños con
dificultades de mantenimiento del eje del cuerpo o de la cabeza presentan una afectación
importante de su capacidad automática para la contracción de esos músculos
profundos, y cuando quieren mantener la cabeza o el cuerpo erguidos deben
recurrir a la musculatura más superficial, que pueden controlar en mayor o
menor medida según cada niño, pero que como hemos comentado se fatiga pronto,
dando lugar al cabo de un tiempo variable según los casos a la caída de la
cabeza o a la vuelta a una postura torcida del cuerpo.
Para entender el esfuerzo que
supone para los chicos con dificultades el mantenimiento antigravitatorio de su cuerpo o cabeza, basta con que
realicemos nosotros un ejercicio muy simple y muy breve: podemos ponernos de
pie o permanecer sentados, como queramos, y en esta posición realizar una
extensión máxima del cuerpo y la cabeza hacia atrás, e intentar mantener esta
postura durante todo el tiempo que podamos… Cansa ¿verdad?, y ¿cuánto tiempo
hemos podido mantener la postura? Y… ¿cuánta atención hemos podido prestar a
otra cosa? ¿hubiéramos podido prestar atención a una clase, una película, cualquier
cosa que ocurriera a nuestro alrededor de forma continuada? ¿y nuestros
brazos,…? ¿Hubiéramos podido manejarlos con soltura o estarían tan implicados
en intentar ayudar a mantener esta postura de esfuerzo máximo que no podríamos
usarlos para nada “útil” o preciso?...
Lo cierto es que sin el trabajo
adecuado de la musculatura automática, podemos mantener este esfuerzo y por
tanto estas posturas un tiempo demasiado breve como para que sea funcional, y
esto es lo que básicamente les ocurre a muchos de nuestros chicos con parálisis
cerebral u otras patologías a la hora de mantener su cabeza elevada o su cuerpo
derecho.
De estas dificultades debería
inferirse que la sedestación de estos chicos debería priorizar, en función de
las posibilidades motrices de cada uno, una postura cómoda que permita realizar
movimientos cuando el niño pueda, quiera o lo necesite, pero no que le obligue
a ello para simplemente tener un contacto visual adecuado con el entorno.
Además, contrariamente a lo que pudiera pensarse, ese trabajo repetido no va a
dar lugar a una mejora de sus capacidades. Al contrario, ¿podemos pensar qué
grado de tensión y contractura puede alcanzar nuestro cuerpo si le pedimos
estos esfuerzos de manera continuada? ¿Nos provocaría en algún momento alguna
sensación dolorosa?
Aún nos llegan papás y mamás con
prescripciones médicas en las que el facultativo les insiste en un tipo de
silla o asiento determinado con la premisa de que el niño debe trabajar en ella.
Creo que quien decide recomendar este tipo de asientos no ha hecho la prueba de
extensión mantenida de la espalda…
Esto no significa que no puedan
confeccionarse asientos y adaptaciones posturales que estimulen o permitan una
actividad postural adecuada y necesaria en muchos casos. Sobre los diferentes
tipos de asientos hablaremos en una futura publicación, pero de entrada y en
nuestra opinión debe quedar claro que estos chicos lejos de ser flojos o vagos
son al contrario unos continuos luchadores a los que habría que ayudar a que
estos esfuerzos provoquen, a un coste mínimo, resultados satisfactorios para
ellos, chicos que son casi atletas de élite en cuanto que exprimen al máximo
sus posibilidades motrices, algo que no podríamos asegurar acerca de cualquiera
de nosotros.
A fin de cuentas el mando a
distancia para no levantarnos del sillón no lo inventaron ellos.
Daniel A. Ortega Asencio
Fisioterapeuta
CIVET
Totalmente de acuerdo,no son flojos y le pedimos mas de lo que su cuerpo puede realizar y entonces llega el agotamiento fisico tanto de ellos como nuestro y las sonrisas desaparecen
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo,no son flojos,les pedimos mas de lo que su cuerpo puede realizar,entonces llega el agotamiento fisico de ellos y nuestro y las sonrisas drsaparecen
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