Ser padres no es nada fácil. Serlo de niños con dificultades mucho menos
Todos los
padres se quejan de que no nacieron con un libro sobre cómo educar a sus hijos
debajo del brazo. Y se quejan con razón. Ser padre es una tarea enormemente
difícil y solitaria y no hay suficiente preparación ni apoyo para ello. A veces
no sólo por parte de la sociedad, sino de la propia familia, del propio
entorno. Uno se ve obligado de repente a asumir ciertas tareas para las que
nadie le ha preparado. Y cuando mira alrededor no encuentra (en la mayoría de
los casos) el apoyo que esperaría, sino sólo un enorme rostro social que
observa y juzga duramente. Un rostro que apenas mira, sentencia.
Ya no hablo
sólo de los juicios sobre si se le debería dar de mamar al niño o no, sobre si
se le debe vacunar, sobre si le debe llevar a la guardería y a qué edad,
etcétera. Parece que el único objetivo de ese enorme “rostro social” es el de
separar a los padres en la categoría de buenos y malos. Con el agravante de que
nadie parece entrar en la categoría de los buenos. Todo es opinable.
Criticable. La palabra “respeto” parece haber desaparecido del diccionario
social con el que leemos actualmente el mundo.
Pero hay una
segunda parte aún más grave (si cabe) que la primera, y que tiene que ver con
la mirada que dirigimos a los padres cuando sus hijos son diagnosticados de
algún problema de salud mental. Son frecuentes en este contexto (o en cualquier
caso, más frecuentes de lo que deberían) expresiones como “madre manipuladora”,
“padre fóbico”, “progenitores neuróticos”, “progenitores inmaduros”,
“progenitores incapaces”, “progenitores”…
Cuando
buscamos una causa para el mal que sufre el niño, los problemas de los
progenitores parecen estar siempre a mano. Son la explicación rápida, fácil,
convincente. Y la “pastilla” que se aplica en consecuencia tiene que ver en
muchos casos con una especie de “parentectomía”
psicológica de la que no se miden sus efectos secundarios
Efectos para
el hijo.
Y efectos
para los padres.
Un padre no
sólo será siempre el mejor padre que puede tener un hijo, sino además un hijo
por derecho propio. Es decir, alguien que tiene su propia historia y sus
propias dificultades y que merece ser mirado en consecuencia.
Un padre es
sólo padre desde que tuvo hijos. Pero es hijo desde que nació y hasta que se
muera. Y el precio que paga por ser padre es que deja automáticamente -para la
sociedad- de ser hijo.
Y no estamos
hablando de la responsabilidad, al decidir ser padre, de intentar darle lo mejor
al hijo (asumo que esta buena intencionalidad está siempre), sino de la mirada
que les lanzamos a los padres cuando encontramos un problema en el hijo.
“La culpa es
vuestra” es lo que dice esa mirada.
“Algo
estaréis haciendo”, es lo que dice.
Y
probablemente haya cosas concretas que no estén beneficiando al hijo, pero eso
no significa que sean culpables ni que lo estén haciendo mal a posta. Significa
que o bien no tienen el conocimiento (y no están obligados a tenerlo) o bien
hay cosas de su propia historia que les están traicionando a la hora de educar
a sus hijos. Y nuestro objetivo como profesionales de la salud mental no es emitir
una sentencia (tampoco debería serlo el de un juez, pero olvidamos que nosotros
ni siquiera somos eso, jueces); nuestro objetivo debe ser ayudar a todos los hijos que tenemos delante, sean
sólo hijos o también padres.
Lucía Díaz
Psicóloga Clínica
CIVET
Qué gran verdad!!!Nadie te entiende ni tu propia familia y cuando suelen "opinar" es para decirte de una forma algunas veces sutil y otras menos que "no lo haces bien" pero no están contigo en esas situaciones extremas en las que pides "ayuda" de alguna forma y se permiten el lujo de decirte "que eres una exagerada y te dan sus consejos lógicamente teóricos ".....que hipócritas!!!
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